29/4/12

Rueda que irás muy lejos. Miguel Hernández.


Rueda que irás muy lejos. 
Ala que irás muy alto.
Torre del día, niño.
Alborear del pájaro. 
Niño: ala, rueda, torre. 
Pie. Pluma. Espuma. Rayo.
Ser como nunca ser.
Nunca serás en tanto.

Eres mañana. Ven
con todo de la mano.
Eres todo mi ser que vuelve
hacia su ser más claro.
El universo eres
que guía esperanzado.

Pasión del movimiento,
la tierra es tu caballo.
Cabálgala. Domínala.
Y brotará en su casco
su piel de vida y muerte,
de sombra y luz, piafando.

Asciende. Rueda. Vuela,
creador del alba y mayo.
Galopa. Ven. Y colma
el fondo de mis brazos.

A Margarita Debayle. Rubén Darío.


Margarita está linda la mar, 
y el viento, 
lleva esencia sutil de azahar; 
yo siento 
en el alma una alondra cantar; 
tu acento: 
Margarita, te voy a contar 
un cuento: 

Esto era un rey que tenía 
un palacio de diamantes, 
una tienda hecha de día 
y un rebaño de elefantes, 
un kiosko de malaquita, 
un gran manto de tisú, 
y una gentil princesita, 
tan bonita, 
Margarita, 
tan bonita, como tú. 

Una tarde, la princesa 
vio una estrella aparecer; 
la princesa era traviesa 
y la quiso ir a coger. 

La quería para hacerla 
decorar un prendedor, 
con un verso y una perla 
y una pluma y una flor. 

Las princesas primorosas 
se parecen mucho a ti: 
cortan lirios, cortan rosas, 
cortan astros. Son así. 

Pues se fue la niña bella, 
bajo el cielo y sobre el mar, 
a cortar la blanca estrella 
que la hacía suspirar. 

Y siguió camino arriba, 
por la luna y más allá; 
más lo malo es que ella iba 
sin permiso de papá. 

Cuando estuvo ya de vuelta 
de los parques del Señor, 
se miraba toda envuelta 
en un dulce resplandor. 

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho? 
te he buscado y no te hallé; 
y ¿qué tienes en el pecho 
que encendido se te ve?». 

La princesa no mentía. 
Y así, dijo la verdad: 
«Fui a cortar la estrella mía 
a la azul inmensidad». 

Y el rey clama: «¿No te he dicho 
que el azul no hay que cortar?. 
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!... 
El Señor se va a enojar». 

Y ella dice: «No hubo intento; 
yo me fui no sé por qué. 
Por las olas por el viento 
fui a la estrella y la corté». 

Y el papá dice enojado: 
«Un castigo has de tener: 
vuelve al cielo y lo robado 
vas ahora a devolver». 

La princesa se entristece 
por su dulce flor de luz, 
cuando entonces aparece 
sonriendo el Buen Jesús. 

Y así dice: «En mis campiñas 
esa rosa le ofrecí; 
son mis flores de las niñas 
que al soñar piensan en mí». 

Viste el rey pompas brillantes, 
y luego hace desfilar 
cuatrocientos elefantes 
a la orilla de la mar. 

La princesita está bella, 
pues ya tiene el prendedor 
en que lucen, con la estrella, 
verso, perla, pluma y flor. 

Margarita, está linda la mar, 
y el viento 
lleva esencia sutil de azahar: 
tu aliento. 

Ya que lejos de mí vas a estar, 
guarda, niña, un gentil pensamiento 
al que un día te quiso contar 
un cuento.

Mapas. Concha Méndez.


Los mapas de la escuela, 
 todos tenían mar,  
todos tenían tierra. 
¡ Yo sentía un afán  
por ir a la escuela…! 
Soñaba el corazón  
 con mares y fronteras,  
con islas de coral 
 y misteriosas selvas… 
Soñaba el corazón… 
¡ Oh sueños de escuela!

Cabalgar sobre la mar. Rafael Alberti.

¡Quién cabalgara el caballo
de espuma azul de la mar!

De un salto,
¡quién cabalgara la mar!

¡Viento, arráncame la ropa!
¡Tírala, viento, a la mar!

De un salto,
quiero cabalgar la mar.

¡Amárrame a tus cabellos,
crin de los vientos del mar!

De un salto,
quiero ganarme la mar.

Los palos del telégrafo. Celia Viñas.


                                         Uno, dos, tres,
                                             otra vez
                                     los palos del telégrafo
                                         junto a mi tren.

                                          Uno, dos, tres,
                                          uno, dos, tres.
                                     ¡Cómo me gusta irme 
                                            para volver!

                                     Telegramas azules
                                       pondré después.
                                  Norte, Sur, Este, Oeste,
                                        uno, dos, tres.

                                   -He llegado. -Ya vuelvo.
                                        -Te vengo a ver.
                                   -No me esperes. -Mañana.

                                         Uno, dos, tres,
                                           uno, dos, tres,
                                      los palos del telégrafo
                                        junto a mi tren.

Pato. Blas de Otero.


Quién fuera pato
para nadar, nadar por todo el mundo,
pato para viajar sin pasaporte
y repasar, pasar, pasar fronteras,
como quien pasa el rato.
Pato.
Patito vagabundo.
Plata del norte.
Oro del sur. Patito danzaderas.
Permitidme, Dios mío, que sea pato
¿Para qué tanto lío,
tanto papel,
ni tanta pamplina?
Pato.
Mira, como aquél
que va por el río
tocando la bocina…

Adolescencia. Juan Ramón Jiménez.


Aquella tarde, al decirle 
yo que me iba del pueblo, 
me miró triste - ¡qué dulce ! -, 
vagamente sonriendo. 

Me dijo : ¿Por qué te vas ? 
Le dije : Porque el silencio 
de estos valles me amortaja 
como si estuviera muerto. 

-¿Por qué te vas ? -He sentido 
que quiere gritar mi pecho, 
y en estos valles callados, 
voy a gritar y no puedo. 

Y me dijo : ¿Adónde vas ? 
Y le dije : Adonde el cielo 
esté más alto, y no brillen 
sobre mí tantos luceros. 

Hundió su mirada negra 
allá en los valles desiertos, 
y se quedó muda y triste, 
vagamente sonriendo. 

Canción del pirata. José de Espronceda.


Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:

Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pechos mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de "¡barco viene!"
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Sensualidad negra. Jorge Artel.

Por la calle del Pozo
ya viene la negra, 
por la calle del Pozo 
a buscar agua fresca.

La negra Catana,
la negra más linda,
a quien todas las negras
y más de una blanca
le tienen envidia. 
Hay que ver en sus ojos
la luz cómo brilla,
su cuerpo de junco
cuando ella camina.

Su vegetal cintura 
la gaita cenceña
la lata del agua
¡cómo la quiebra!

Los ardientes bogas
dicen cuando pasa
palabras tremendas: 

- Compadre, mírale el pie 
¡cómo arrastra la chancleta!

- ¡Cómo levanta el talón!
- ¡Los pechos cómo le tiemblan!

-¡Repare en el movimiento
de bullerengue que lleva!

- ¡Ay, negra, yo así me caso 
corriendo, por la iglesia!

- ¡Me llamo Quico Covilla,
me tienes el corazón
hecho un tiesto de cocina!

La negra catana 
sonríe con su risa 
de cascabel de plata 
que tanto le envidian. 

Saga. Aramís Quintero.

Avanza libremente
entre los témpanos
en los fiordos helados,
la nave como un pájaro.

La proa delgadísima,
se alza
airosa, en suave curva,
avizorando los leones marinos
y el blanco sobre el blanco
de los osos polares en al nieve.

<<¡Adiós, Escandinavia: con nosotros 
va Odín, y nos llevamos
el martillo de Thor!>>


Irlanda, Escocia, Islandia
¡la fantástica Islandia, hielo y fuego!

Y luego, como sueño
del Ártico, Groenlandia, 
tierra verde en los hielos.

Y cercana
- pero otro mundo ya, bajo los mismos
cielos purísimos y transparentes -,

Su nombre cristalino
enterrado quizás bajo un macizo
y lapidario nombre: Terranova.

El pájaro vikingo 
por los mares del Norte va dejando
solitarias hogueras, en las costas
heladas i desiertas. 

Magred. Francisco Brines.


Bajo el cielo, de pronto, el oasis perenne.
Eran las tierras rojas, y el río, lenta sierpe.
¡Qué fresco el palmeral con los olivos verdes!
Volaban las palomas en bandadas clementes.
Habían florecido los rosales silvestres.
Dispersos, tres muchachos con túnicas celestes.

La aurora. Federico García Lorca.



La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.


La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.


La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.


Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.


La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Mañana de primavera. Juan Ramón Jiménez.


¡Mañana de primavera!
Vino ella a besarme, cuando
una alondra mañanera
subió del surco, cantando:
"¡Mañana de primavera!".

                                      Le hablé de una mariposa
blanca, que vi en el sendero;
y ella, dándome una rosa,
me dijo. "¡Cuánto te quiero!
¡No sabes lo que te quiero!".

¡Guardaba en sus labios rojos

tantos besos para mí!
Yo le besaba los ojos...
- ¡Mis ojos son para ti;
tú para mis labios rojos!

                                         El cielo de primavera
era azul de paz y olvido...
Una alondra mañanera
cantó en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera!

Rima. Gustavo Adolfo Bécquer.

 ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía!  ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía ... eres tú.

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.

Dices que tienes corazón, y sólo 
lo dices porque sientes sus latidos;
eso no es corazón... es una máquina
que al compás que se mueve hace ruido.

Otoño. Ángela Figuera.

¡Qué dulces las uvas dulces!
¡Qué verdes tus ojos claros!...

Tú me mirabas, mirabas;
yo comía, grano a grano...
Y de pronto te inclinaste,
y me tomaste en los labios,
húmedos de zumo y risas,
un beso goloso y largo.

Frutos del amor. Antonio Carvajal.

Amarillo limón, fresca naranja,
los tira el cielo y los recoge el agua.


Cuando probé los frutos de tu huerto
el rocío mojó todos mis sueños.


¿ Qué pudo hacer mi corazón alado
sino abrirse en tus ramos ?


Pasaban las palomas en bandadas: 
llevaban nuestros nombres en las alas.


Llevaban nuestros nombres en el pico:
Fruta era el tuyo y sed de fruta el mío.

Soleares, seguidillas y otras coplas. Manuel Machado.

Cuando a tu cara me acerco,
las palabras, en la boca,
se me convierten en besos.


Cuando me miras, me matas...
Y si no me miras, más.
Son puñales que me clavas
y los vuelves a sacar.


Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.


El cariño y la salud
en un punto se parecen.
Nadie sabe lo que valen
hasta después que se pierden.

Amor más poderoso que la muerte. Anónimo.

Conde Niño por amores
es niño y pasó a la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar,
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre,
juntos nos han de enterrar.
Él murió a la medianoche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de condes
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella nació una garza,
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par,
y el gavilan decía a la garza:
-Nunca más nos matarán.
Los dos siguieron volando,
los dos juntos par a par,
y prometieron para siempre,
que nunca se volverán a separar,
y que esos abrazos,
que nunca se dieron,
siempre se volverán dar.

Rima. Gustavo Adolfo Bécquer.


Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama;
dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca;
dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.